Esta obra, óleo sobre madera, es una imagen
religiosa, de marcado estilo renacentista, datada hacia 1510, óleo
sobre tabla. Es una de las más hermosas figuras femeninas representadas, la más
emblemática del Renacimiento español y de las más bellas de la historia del
arte español, destacando por su elegancia y su monumentalidad. Aparece santa
Catalina en primer plano de cuerpo entero, sobre un fondo arquitectónico
clásico con una pared con jaspes rectangulares y cornisa.
Santa
Catalina de Alejandría era una joven princesa llena de sabiduría y virtud
entregada al amor de Dios. La bella muchacha rechazó el matrimonio con el
emperador Majencio y encontró por ello un largo martirio en el que le fueron
amputados los dos pechos y padeció el suplicio en la rueda dentada y la
decapitación. Los distintos episodios de la leyenda fueron representados con
asiduidad, a menudo a modo de secuencias narrativas en donde los creyentes
podían seguir los heroicos episodios de la santa. Esta forma de representación,
propia del mundo gótico, pervivió en nuestro país a lo largo del Siglo XVI,
pero Yáñez, asumiendo plenamente las nuevas fórmulas del Renacimiento italiano,
optó por una imagen de santa Catalina sin componentes narrativos, sólo
sugeridos por medio de la presencia de los atributos de la santa.
La
santa, ataviada con elegantes ropajes decorados con letras cúficas en sus
mangas, recoge su manto con la mano izquierda en ademán distinguido,
descubriendo una primera falda decorada con detalles «nesji», aquí muestra
hasta qué punto sobrevive la escritura con elementos islámicos siquiera como
elemento decorativo. En la mano derecha sostiene la espada, instrumento de su
tormento. Abajo, en primer término, una parte de la rueda dentada, símbolo del
martirio que padeció por orden del emperador Majencio. Sobre el pretil o
cornisa que asoma tras ella, advertimos la presencia de otros objetos de
carácter simbólico: la corona alude a su ascendente real, al ser hija del rey
Costo; el libro, en referencia a su sabiduría, y sobre él, la palma del
martirio. Luce collares de perlas, oro, y piedras preciosas, que también están
en la corona y en la empuñadura de la espada. Detallado todo ello con singular
esmero.
Una
figura monumental y serena que entronca directamente con la obra de Leonardo da
Vinci. La corpulencia escultórica de la figura, marcando una poderosa vertical
contrarrestada elegantemente por los armónicos movimientos de los brazos, es
rasgo característico de Yáñez, quien sigue en ello a Perugino. Toda la figura
presenta gran claridad conceptual que se subraya por una iluminación límpida y
calma que proclama la captación de un momento único y eterno. Al igual que el
modelo femenino, la arquitectura del fondo será nuevamente retomada en otras
ocasiones. Extraída de modelos florentinos, sugiere el regio entorno de la
santa, potencia la monumentalidad de la figura y define la composición y el
espacio.
Considerada
en un principio obra de Leonardo da Vinci, fue Elías Tormo quien en 1914 la
atribuyó con acierto a Yáñez, un pintor prácticamente desconocido hasta que en
1877, se le relacionara las pinturas del altar mayor de la catedral de Valencia
con las documentadas en la de Cuenca, confirmándose definitivamente su autoría
en las pinturas de Valencia. En cuanto a su datación, se propone una fecha no
lejana a la finalización de su obra magna, las puertas del retablo mayor de la
catedral de Valencia, hacia 1510, años de máxima actividad del pintor en
Valencia
Yañez
de Almedina, Fernando, considerado, en palabras de Elías Tormo, como el «más
exquisito pintor del Renacimiento en España». Nacido en torno a 1475, la
crítica lo relaciona con el «Ferrando Spagnolo dipintore» que en 1505 colabora
con Leonardo da Vinci en la inconclusa Batalla de Anghiari. También le influyen
otros pintores, como Pollaiuolo, Rafael, Filippino Lippi o Perugino, y grabados
como los de Durero. Su nombre aparece en referencia al contrato de un retablo
para la catedral de Valencia en 1506, dedicado a los santos Cosme y Damián, del
que tan solo se conserva una Piedad. Encargo posterior, en 1507, del retablo del altar mayor de la
misma seo. Se atribuyen a Yáñez obras excepcionales, entre las que destaca
Santa Catalina (Prado). Documentado en
Cuenca a partir del 1525, se encarga del Retablo de la Crucifixión de la
capilla de los Caballeros de la catedral. Yáñez, que tuvo cuatro hijos, aparece
documentado en Almedina hasta 1537, dedicándose por completo al desaparecido
retablo mayor de su pueblo natal. A esta época debe de pertenecer Santa Ana, la
Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús niño (Prado). Su estilo único bien
merece situarle entre los más grandes de nuestra historia de la pintura del
siglo XVI.
BIBLIOGRAFÍA
·
Garín Ortiz de Taranco, Felipe María,
Yánez de la Almedina. Pintor español, Valencia, Diputación Provincial,
Instituciò Alfons el Magnànim, 1953.
·
E.H. Gombrich. Historia del Arte.
·
José María de Azcarate Ristori y otros. Historia
del arte.
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