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El CRECIMIENTO ECONÓMICO, ESTRUCTURAS Y MENTALIDADES SOCIALES EN LA EUROPA DEL SIGLO XVIII.

El CRECIMIENTO ECONÓMICO, ESTRUCTURAS Y MENTALIDADES SOCIALES EN LA EUROPA DEL SIGLO XVIII.





Introducción

El siglo XVIII es una etapa trascendental en la Historia de Europa, ya que a lo largo del mismo se inicia el tránsito del Antiguo Régimen a las estructuras económicas y sociales actuales. Es tal su importancia, que la historiografía tradicional ha fijado en el XVIII el paso de la Edad Moderna a la Contemporánea. En esta centuria tienen lugar una serie de revoluciones políticas decisivas, como la independencia de Estados Unidos en 1776 o la Revolución Francesa de 1789, sin olvidar el precedente de la Revolución Gloriosa en Inglaterra en 1688.




Las innovaciones técnicas y el aumento demográfico

Las innovaciones técnicas en la agricultura dan paso a un momento que revolucionó la  agricultura en Inglaterra y Holanda durante el primer tercio del siglo. Paralelamente innovaciones en la industria textil, posteriormente en la minería y en la siderurgia dan paso a lo que será la revolución industrial. Todo este conjunto de avances propician el desencadenamiento del crecimiento demográfico. La gran transformación en las estructuras demográficas es causada, además por el descenso de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, y el mantenimiento de una alta natalidad, iniciando la explosión demográfica de siglos posteriores. Esta situación comienza en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII y a finales de siglo extendiéndose a toda Europa, de manera que en esos casi cien años la población está cerca de duplicarse. 




El crecimiento económico del siglo XVIII

El siglo XVIII se caracteriza por el crecimiento económico, con múltiples signos de prosperidad y progreso para la burguesía europea. En Inglaterra primero, y todos los países después se hace un esfuerzo por acceder a la industrialización. Se mejoran las condiciones de vida, desciende la mortalidad de las epidemias, gracias a una higiene más sana, una mejor alimentación y a los avances de la medicina. Todo supone una reducción significativa de la mortalidad, sobre todo infantil, con lo que se inicia la transición demográfica por el aumento de la población.



En el siglo XVIII, y con motivo de la industrialización, se imponen nuevas formas de organización del trabajo, que serán la base de la revolución industrial. Los gremios entran en crisis,  así como el trabajo en casa, en favor del trabajo en las fábricas. A pesar de que en este siglo parte de los países comienza el despegue de la industria, en la mayor parte de los países, para la mayoría de la población, la agricultura sigue siendo la base de su economía y de la riqueza tanto nacional como doméstica. 





Así la mayoría de los obreros de las fábricas, en el mundo rural, trabajan también en el campo. Otra de las características del siglo XVIII es la monetización de la vida. Todo se paga con dinero, aparece el papel moneda, se crean los primeros bancos nacionales. Este es un cambio muy importante, en las familias, ya que a partir de ahora necesitan dinero para cualquier compra, y sobre todo, necesitan dinero para pagar los impuestos a sus señores. En la ciudad aparecen los mercados permanentes, debido al aumento de la población urbana, y a que cada vez más la gente que vive en la ciudad no vive del campo. Esta población necesita mercados fijos para satisfacer sus necesidades y demandas. Se produce así un flujo de intercambios entre el campo y la ciudad.




Las estructuras comerciales y los mercados

Se afianzan los usos capitalistas en la industria y el comercio. El comerciante adquiere una posición dominante sobre el fabricante, al ser él quien vende el producto. Se observa una decadencia de la industria urbana, atrofiada por los gremios, y se tiende a la concentración productiva especializada, en busca de economías de aglomeración. También se reivindica la libertad de comercio, anquilosado por los impuestos de paso sobre las mercancías. En la mayoría de los países la industrialización es impulsada por el Estado, con la creación de las reales fábricas, que están privilegiadas frente a las iniciativas privadas. Las ciudades siguen siendo los centros de decisión, donde viven los mercaderes y los fabricantes. La industria textil es la más representativa del proceso, ya que es la primera que se desarrolla, puesto que la siderurgia siempre ha sido una industria rural, debido a la localización de la fuente de energía. Inglaterra, los Países Bajos, Alemania y suiza son los países más representativos, de la mano de anglicanos, hugotones y calvinistas que predican el cristianismo capitalista.




El comercio marítimo

El comercio internacional del siglo XVIII se caracteriza por el proteccionismo que practican los países. La mayor parte del comercio interestatal se hace por mar. El tráfico marítimo es fundamental en el transporte de mercancías, tanto para el comercio internacional como para el de cabotaje. El siglo XVIII es el de mayor tráfico marítimo con América, sobre todo después de que se firmó el Tratado de Utrecht, que permitió el comercio de Inglaterra con la América Española en algunos puertos, y desde 1778 se permite el libre comercio con américa en todos los puertos. Las medidas proteccionistas que intentaban poner todos los países se ven debilitadas por las guerras y los tratados de paz. Las grandes potencias marítimas de la época son. Inglaterra, Holanda y Francia. Los productos que se transportan por mar, en buena medida son: los que producen las plantaciones americanas (azúcar, algodón, café, etc.), la minería y la esclavitud.




La trata de negros es la base de la economía de plantación en América, y un próspero negocio mercantil para ingleses y holandeses sobre todo después del tratado de Utrecht. Frecuentemente, se hacía un comercio internacional triangular entre África y las Antillas con esclavos negros, de las Antillas a la Metrópoli, con mercancías de alto valor, y de la Metrópoli a África con mercancía barata, para aprovechar el viaje. Pero también se dio un comercio doble entre las Antillas y África marginando a la Metrópoli. Inglaterra, Holanda y Francia se hicieron con el comercio americano en detrimento de España, debido a la debilidad de su flota.



Una de las características del mercado marítimo, en el siglo XVIII, es que los convoyes dejan de ser empresas en las que los propios navegantes son capitalistas, los financieros pasan a ser grandes compañías, frecuentemente anónimas, y los navegantes se convierten en personal asalariado. Paralelamente  se desarrollan las empresas de seguros para estos negocios.



En el comercio en Asia, la India se convierte en la gran encrucijada del comercio con Extremo Oriente, este mercado está controlado desde el siglo XVIII por la Compañía Británica de las Indias Orientales. La homónima holandesa, es una compañía que comerciaba con Indochina desde Amsterdam. Su puerto se convierte en el gran desembarcadero de Europa. El comercio con oriente se especializa  en el transporte de especias y té.

Los mercados europeos 

Los mercados europeos del siglo XVIII continúan desarrollándose gracias al impulso del comercio con América y Asia. El tráfico entre los países europeos es muy difícil, debido al proteccionismo que tienden a practicar todos los países. El comercio francés es el que está más orientado a Europa, gracias a su especialización textil, Centroeuropa es el gran mercado del grano, el sur de Europa proporciona grano, verduras y frutas, e Inglaterra y los Países Bajos los productos industriales. Este equilibrio de comercio se ve sacudido por las continuas guerras.




Las redes financieras 

En el siglo XVIII, la circulación de metales preciosos por toda Europa es muy importante, a pesar de que ya no hay incremento significativo de oro y plata. Este aumento de la circulación de metales preciosos se debe al perfeccionamiento de los pagarés y del papel moneda que garantizan la disponibilidad de dinero en metálico en cualquier ciudad sin necesidad de llevarlo consigo en el viaje. Además, la acumulación de capital, que captan los bancos, y las dificultades financieras del Estado, permite la emisión de deuda pública, lo que incrementa el capital circulante. Aparecen, en esta época, los préstamos a crédito. Estas novedades suponen el fin de las finanzas  clásicas, debido al cambio de escala. También se crean las haciendas públicas y los bancos en las ciudades importantes, que solo tienen influencia en su ciudad, pero que terminarán siendo nacionales. Algunos de ellos se conciben con la función principal de financiar al Estado. 



Las mentalidades sociales de la Europa del siglo XVIII

Las transformaciones en la economía impulsan también los cambios en la sociedad. Hasta finales de siglo, esta se basa en la sangre, es decir en grupos cerrados o estamentos a los que se pertenece por el nacimiento y en los que es muy difícil salir o entrar desde los otros. Estos tres estamentos son la nobleza, el clero y el Tercer Estado, compuesto por el resto de la población donde destacaba el campesinado. Los dos primeros son los privilegiados, pues apenas pagan impuestos, a pesar de ser los que más riqueza tienen, y por el contrario, cobran rentas reales del tercero, que es el que vive mayormente en la pobreza. Esto es posible debido a que la nobleza y el clero son muy poco numerosos, en torno al 5% de la población, son sostenidos económicamente por el resto de la población que forma el tercer estado.


Las estructuras Sociales




Sin embargo, el Tercer Estado no es homogéneo, en él se engloban grupos tan diferentes como la burguesía comercial o la industrial, muchos de cuyos miembros amasan enormes fortunas, pero carecen de poder político o de privilegios como los otros dos estamentos. No obstante, la mayor parte del Tercer Estado la compone el pueblo llano, es decir, campesinos con pequeñas propiedades, braceros o jornaleros sin propiedades, proletariado urbano, mendigos, etc. Estas clases más desfavorecidas comienzan poco a poco, a tomar conciencia de clase debido a la situación miserable en la que se encuentran, en especial el proletariado industrial, que empieza a organizarse originando protestas como las de los ludditas o antimaquinistas en Inglaterra, o como la de los Iguales de Baboeuf (precursores del comunismo) en la Francia revolucionaria.




El clero se nutre de los otros dos estamentos, por lo que internamente repite su estructura: el alto clero, que está compuesto por cardenales, obispos, abades, etc. procede de la nobleza. Controlan grandes riquezas, sobre todo propiedades rurales y los objetos suntuarios. El bajo clero (párrocos, sacerdotes, monjes, monjas, etc.) procede del Tercer Estado y tiene unas condiciones similares a este, aunque no tan precarias.





La nobleza, descendiente de los antiguos caballeros feudales de la Edad Media, tampoco es homogénea. Existen diferentes tipos como la cortesana o militar, la administrativa o de toga y la terrateniente o rural. La baja nobleza (hidalgos, infanzones….) vive prácticamente arruinada, aunque conserva intactos sus privilegios.

Los cambios en las mentalidades. La ilustración

Este orden social se viene abajo a consecuencia de dos grandes revoluciones políticas, la que conlleva la independencia de los Estados Unidos de América (las antiguas 13 colonias inglesas) en 1776 y, sobre todo, con el estallido de la Revolución Francesa en 1789, ya que es a partir de ésta, desde la que se difunde un nuevo concepto político y social por toda Europa y, a partir del siglo siguiente, por todo el mundo. A principios del XVIII, la mayor parte del pensamiento europeo está todavía imbuido por las ideas propias del Antiguo Régimen, es decir por la religiosidad, la superstición, la fe y por la pervivencia de las costumbres y del pensamiento tradicional, el sistema político imperante es el absolutismo monárquico. Conforme avanza el XVIII, surge un nuevo movimiento ideológico contrario al Despotismo, al Absolutismo y al predominio de la mentalidad religiosa, es la Ilustración, se basa en unos postulados opuestos a los que hasta entonces estaban en vigor, es decir: laicismo, masonería, fe en la ciencia y en el progreso, libertad, tolerancia, razón, etc. 




Será en Inglaterra, tras la revolución de 1688, donde surjan las ideas ilustradas. Entre 1689 y 1690, John Locke publica “Dos tratados sobre el gobierno civil”, en donde aparecen las doctrinas que luego perfeccionan con mayor amplitud los ilustrados franceses. En esta época desarrollan su labor científicos como Newton o Leibniz, y filósofos como Hume, que con su labor preparan el advenimiento de las ideas ilustradas. En la primera mitad de siglo destacan Voltaire, gran defensor del ateismo, y Montesquieu, que en “El espíritu de las leyes” (1748), establece las bases de la división en los tres poderes.



Durante la segunda mitad de siglo aparecen pensadores como Rousseau, que en el “Contrato social” (1762), plantea la necesidad de fijar un pacto social o Constitución entre el rey y el pueblo, en quien recae el poder. Diderot y D´Alembert contribuyen a la difusión de las ideas ilustradas con la publicación de la Enciclopedia. La mentalidad política de la época, lo que tiene su reflejo en dos grandes proclamas que sientan las bases para el final del Despotismo Ilustrado: la de Virginia Bill of Rights, o Declaración de Derechos de Virginia, redactado en 1776 por el norteamericano Jefferson, y la Declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano, proclamada a los pocos meses de estallar la Revolución Francesa en 1789.




por J. Ramón Las Heras

Bibligrafía


ANES, G. (1996): El Antiguo Régimen: los Borbones. Historia de España. Alfaguara.

BENNASSAR, B. (2005): Historia moderna. Akal.

CIPOLLA, C. (2002): Historia económica de Europa. Ariel.

DOMÍNGUEZ ORTIZ, A. (1990): La sociedad y el Estado español del siglo XVIII. Alianza.


LYNCH, J. (2005): El siglo XVIII. Crítica.






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